23/11/09

Mi primer día de cárcel...


Acabo de despertar de uno de los sueños más increíbles de mi vida.
Bueno, digamos que todo lo más crudo y claro ha sido, yo calculo, desde las dos y media de la noche hasta las seís y media de la mañana cuando un vecino me ha despertado. Luego he vuelto a dormirme pero ya no ha sido tan claro como hasta esa hora. Incluso ya no era ni tan siquiera el mismo escenario.
Escribo esto porque lo tengo muy reciente, no encuentro mi libreta amarilla y quiero y necesito recordarlo.
Era mi primer día de cárcel.
¿Que qué hice? Nada, era inocente de algo sin importancia.
Lo mejor y lo peor de todo ha sido esa sensación de sentirme culpable y empezar a intentar convencerme de que mis próximos seis meses iba a pasarlos en aquel lugar y conviviendo con aquella gente.
A medida que transcurría el sueño me iba convenciendo de que era inocente y de que yo no había hecho nada por estar allí.
Pero eso sería mucho más tarde.
Esa sensación iba unida a un pensamiento maternal brutal que cada vez se iba haciendo más y más fuerte.
El sueño empieza dentro de la cárcel, en mi primer día. Subo unos escalones viejos y enormes que me conducen a una sala gigantesca separada por barrancones y donde se juntan todas las camas en un rincón.
En cada movimiento, en cada gesto notaba la presencia de mi madre y la de un montón de presos que yo pensaba que me escudriñaban.
No sabía andar, y mirar a otro me aterrorizaba. Pero ellos todavía no se habían fijado en mí.
Yo no había hecho nada y estaría en aquella especie de sala de torturas los próximos seis meses, sabía que aunque hoy me librara mañana irían a por mí.
Se me notaba en la cara. Estaba aterrorizado. Sin embargo empezaba a esforzarme por concerciarme de mi situación, de que no había marcha atrás, de que tenía que cumplir seis meses de condena en aquel lugar.
Eso era realmente la verdadera angustia del sueño.
Eso ha sido el sueño.
La sala era muy parecida a un patio cerrado que aparece en la película "El verdugo" de Berlanga. En un plano amplísimo conducen a un preso al garrote (justo al final de la peli) por una sala enorme y se introducen en una puerta muy pequeña.
Paredes muy viejas y vacias. Aunque estas no eran blancas sino de piedra.
Lo siguiente que recuerdo es la primera comida.
Acto seguido me encontraba ya acompañado de mi único amigo. Imagino que por asociación de ideas tuvo que ser él y no otro. Se trataba de un antiguo amigo que tuvo mala suerte y acabo en la cárcel, no estuvo mucho tiempo pero yo me enteré y me afectó bastante.
Ahora había vuelto unas horas por culpa de mi sueño y allí estabamos los dos.
Las mesas eran como las de los parques, con sus bancos adosados y estaban repartidas justo enfrente de los barracones donde estaban las camas.
Yo no quería despegarme de él ni un segundo porque el mero hecho de que alguien me dirigiera la palabra me haría enmudecer.
Y mi madre.
Mi amigo me sugirió que me acercara a la ventana del bar a por un par de latas de Sprite mientras el me esperaba sentado.
Y fuí.
Ese fue mi primer contacto con otro preso, el del bar y uno que tenía detrás de mí.
Se me calleron las monedas y se rieron de mí.
Nada más.
A partir de entonces, imagino que fue la primera vez que desperté, la angustia fue disminuyendo y poco a poco empecé a ser consciente de que yo no había hecho nada por estar allí . Algo no me cuadraba.
Durante la primera parte del sueño recuerdo tener siempre tres o cuatro presos revoloteando cerca de nosotros.
Ya me disponía a pasar mi primer día de cárcel y el pensamiento de mi presunta inocencia se hacía cada vez más fuerte.
Justo antes de la cena nos acercamos a una de esas paredes enormes y en una de ellas había un agujero del tamaño de una puerta. Detrás habían presos en una camioneta cargando materiales de construcción.
Lo siguiente que recuerdo es estar enfrentandonos con ellos sin llegar a las manos. Recuerdo encontrarme fuera de mí, totalmente ido y dispuesto a romperles las piernas.
Uno de esos presos era un hombre que trabajó en un proyecto reciente conmigo. En ese proyecto este hombre hacía de enterrador.
No recuerdo su nombre.
Tenía cara de preso, pelo rasurado por los lados, perilla muy poblada y cara de cráter.
Ahora en mi sueño era un preso albañil al que yo quería pegar.
La pelea no llegó a nada.
Mientras tanto yo notaba cada vez con más fuerza que era inocente, que yo no tenía que estar allí.
Este deseo me llevó casi al final del sueño.
Lo siguiente que recuerdo es estar andando de un lado para otro con una señora menuda y mayor de moño recogido hacia atrás. Moño de bola. Una mezcla de Rafaela Aparicio y Florinda Chico que andaba con la barbilla erguida y miraba con indiferencia a todos lados.
Hacía un rato que la angustia había cesado casi por completo.
Ahora mi amigo pasaba por mi lado de vez en cuando, iba acompañado de otro.
Pero más lejos.
Fue esta señora la que me comunicó que recogiera mis cosas.
Que era libre.
Sin embargo no me axalté, me lo tomé con indiferencia. Supongo que ya no merecía la pena seguir soñando porque la angustia del principio se había esfumado del todo.
Dejé de pensar por completo en mi madre y poco a poco he ido despertando..
Espero acercarme a una cuarta parte de la angustia del sueño cada vez que lea esto.
Habrá merecido la pena.

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